sábado 19 de julio de 2025 - Edición Nº3980

Latinoamérica | 4 jul 2025

🎼 La banda sonora del tapiz: entre el arte, la estrategia y la diplomacia

María Stolbova, campeona mundial y europea con Rusia y ahora entrenadora en Londres, revela los entresijos de la selección musical en la gimnasia rítmica. Desde las imposiciones del pasado hasta la libertad (y riesgos) del presente, la música puede ser una aliada o una trampa en el tapiz.


«Si creen que la gimnasta elige la música que más le gusta, están muy equivocados». Así comienza María Stolbova su nueva entrada en el blog "Zapiski zakruchennoy lentoçhki" (“Notas de una cinta en espiral”), y con ella desmonta uno de los grandes mitos de la gimnasia rítmica.

La evolución de las normas musicales en este deporte ha sido drástica: del piano obligatorio a la libertad casi total. En sus inicios, la música instrumental era la única opción permitida, y la presencia de voces humanas se consideraba distracción para los jueces. Hoy, es posible competir incluso con ópera, rock o tangos. Pero cuidado: los efectos sonoros como ladridos, sirenas o motores siguen prohibidos (aunque si te arriesgas, solo te restarán puntos).

Además, no se trata solo de elegir un tema bonito. Los acompañamientos se encargan a productores musicales que adaptan cada pieza a la coreografía con precisión milimétrica. ¿El coste? Hasta 15.000 rublos (190 usd) por minuto. No es de extrañar que la gimnasia rítmica se considere un deporte caro.

Stolbova recuerda que, durante su etapa como gimnasta, las decisiones eran impuestas. En Perm, le asignaban melodías rápidas y alegres; en Moscú, piezas lentas y trágicas, como Rachmaninov o la "Sonata Claro de Luna" de Beethoven. Esta última fue un tormento real: «Se suponía que debía transmitir profundidad y drama, pero yo solo sufría de verdad», confiesa.

Hoy, las cosas han cambiado. Las gimnastas pueden dialogar con sus entrenadores, entender la historia detrás de cada obra y conectar con la música de forma más auténtica. Pero la elección también puede tener tintes estratégicos: en Río 2016, el equipo ruso optó por samba y el público brasileño enloqueció. En contraste, una selección europea que usó “Kalinka-malinka” en EE. UU. terminó fuera del podio.

Incluso su hija, actual miembro del equipo británico juvenil, ya experimenta este dilema. Para sus rutinas grupales le asignaron “El cisne” de El lago de los cisnes y música de James Bond. “Tiene 14 años, ¿qué dramatismo puede transmitir?”, ironiza Stolbova.

Así, la música en la rítmica es mucho más que fondo sonoro. Es expresión artística, estrategia competitiva y hasta cuestión geopolítica. Como concluye María: «Si alguien se atreve a competir con Britney Spears… que se prepare».

Fuente: https://www.sports.ru/gymnastics/blogs/3334423.html

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