

Durante años, la gimnasia en América Latina fue una especie de acto de equilibrio... sobre colchonetas recicladas y potros de otra era. Pero eso está cambiando, y no lentamente. En ciudades como Curicó, en Chile, el deporte está empezando a ver la luz gracias a la llegada de equipamiento de calidad profesional, homologado por la Federación Internacional de Gimnasia (FIG), y no, no estamos hablando de esos aparatos que "casi" sirven, sino de los de verdad.
En el gimnasio municipal de esta ciudad del Maule, un nuevo tapete profesional de gimnasia artística ha transformado la cancha en una pista digna de competencias internacionales (o al menos, de entrenamientos sin moretones extra). El arribo de este material no fue producto de magia, sino del ingenio colectivo: gestión local, financiamiento compartido entre clubes, y un poquito de espíritu olímpico.
La importación de este tipo de implementos ya no es una misión imposible. Con opciones más variadas, precios más accesibles y una mejor articulación entre municipios, clubes y proveedores internacionales, América Latina empieza a ponerse al día con la élite del deporte. No es que vayamos a superar a Japón mañana, pero al menos ya no estamos entrenando con colchones de espuma de los 90.
Luis Bustos, desde la coordinación deportiva, y Matías Avendaño, desde la Corporación de Deportes, lo dijeron sin rodeos: esto es un hito. Y lo es. Porque cuando una ciudad como Curicó logra tener equipamiento certificado y funcional, no solo mejora el entrenamiento: mejora la autoestima de los y las gimnastas que, por fin, sienten que están en igualdad de condiciones para soñar en grande.
Este avance no es un caso aislado, sino parte de una tendencia regional: más conciencia sobre la importancia del equipamiento, más alianzas público-privadas, y más foco en las disciplinas emergentes. La gimnasia artística ya no es la hermana pobre del deporte; al menos en Curicó, empieza a vestirse de gala... con tapete homologado y todo.