

La historia de la gimnasia en Panamá no es una saga centenaria, ni un cuento con próceres en blanco y negro. Es más bien una historia reciente, hecha a pulso, que empezó a tomar forma entre Juegos Olímpicos y sueños que parecían imposibles. Y sin embargo, aquí estamos: escribiendo sobre un Panamericano que —admitámoslo— salió demasiado bien.
Vamos a decirlo como es: organizar un torneo continental en América Latina suele ser un deporte extremo. Entre presupuestos escurridizos, infraestructura en modo “ya casi” y logística a lo Indiana Jones, lo esperable son los parches, no los aplausos. Pero esta vez, Panamá decidió hacernos quedar mal a los que venimos afilando la pluma para criticar.
Desde que dijeron “sí, lo hacemos”, se pusieron a trabajar como si la vida dependiera de eso. “Cuando en la reunión de la Asamblea en Santa Marta 2024 me propusieron hacer este Panamericano, me puse en marcha desde el día siguiente”, contó Carlos Herrera, presidente de la Federación Panameña de Gimnasia. Y así fue: lideró un equipo que se puso la camiseta... y no se la sacó nunca.
Ahí estaba Viví —sí, la Viví— con su cuaderno, sus ideas locas y su obsesión por que todo funcionara como en los mejores eventos del mundo. “Gran trabajo de Viviana Andrade en toda la estructura del evento, que cuando me mostró el render del escenario, soñé que se haría realidad”, agregó Herrera, con una mezcla de orgullo y emoción. Y ese sueño se volvió podio, luces, música, precisión y aplausos.
¿Críticas? Buscamos. Con lupa. Desde el primer día. Pero no había basura, no faltaban aparatos, el transporte funcionó, el público respondió, la música sonaba bien, la luz también. ¿Un corte de energía? Sí, pero fue culpa de la ciudad, no del evento. ¿Las anillas? Bueno, ahí encontramos algo: podrían estar más firmes. Pero nos duró poco el consuelo.
¿Y el sistema de puntuación? Latinoamericano, moderno, rápido y... ¡funcionó! Una rareza tan grata que nos dejó sin palabras. ¿Podemos decir que nos da un poquito de bronca que haya salido todo tan bien? Podemos. Porque si siempre es así, nos vamos a quedar sin trabajo los que vivimos del “esto se puede mejorar”.
Pero bromas aparte, lo que se vivió en este Panamericano fue una fiesta. Una señal clara de que en Centroamérica hay capacidad, pasión y talento. “Para qué cruzar el charco si en América también podemos tener un evento de gimnasia de primer nivel”, se preguntaba Herrera, con razón. Porque la calidad también habla español, y se baila con sabor tropical.
Y no sólo eso. “Esto es por y para los gimnastas. Que me perdonen los anteriores directorios de la gimnasia de Panamá, pero esto es la primera vez que Panamá hizo algo muy grande por la gimnasia”, dijo sin vueltas el presidente de la Federación. Y lo que se vio en la arena fue justamente eso: un evento a la altura de los atletas.
Gracias de corazón a la Federación Panameña de Gimnasia, al Comité Olímpico de Panamá, a Pandeportes, y —sobre todo— a los verdaderos héroes anónimos: los que cargaron, atornillaron, levantaron y ajustaron cada aparato, cada estructura y cada podio. Ellos, con sudor y sonrisas, hicieron posible que la gimnasia latinoamericana tenga un nuevo estándar. Y qué lindo que fue ver que sí se puede.