Béla Károlyi, legendario entrenador de gimnasia conocido por su papel fundamental en la transformación del deporte, falleció a los 82 años tras luchar contra el Alzheimer y otras dolencias. Su muerte significa el final de una era para la gimnasia mundial, dejando tras de sí un legado de excelencia y logros que influenció a generaciones de atletas y entrenadores.

Nacido en Rumania, Károlyi inició su carrera en la gimnasia junto a su esposa, Márta Károlyi, con quien forjó una alianza profesional sin precedentes. Su trabajo cobró notoriedad mundial en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976, cuando su pupila Nadia Comăneci se convirtió en la primera gimnasta en lograr un puntaje perfecto de 10. Esta hazaña marcó un antes y un después en el deporte y consolidó a Károlyi como un entrenador visionario que llevó la gimnasia a nuevos niveles de perfección y popularidad global.

En la década de 1980, tras emigrar a los Estados Unidos, Károlyi continuó su carrera, impulsando a la élite de la gimnasia estadounidense y entrenando a atletas icónicas como Mary Lou Retton, Kerri Strug y Dominique Moceanu. El "Rancho Karolyi", su centro de entrenamiento en Texas, se convirtió en una institución en la preparación de futuras campeonas. Bajo su tutela, Estados Unidos comenzó a dominar la gimnasia femenina en el ámbito internacional, un éxito que aún perdura.

A pesar de sus logros y de haber llevado a gimnastas a la cima del podio, su carrera también estuvo marcada por controversias debido a los métodos de entrenamiento intensivos que aplicaba. Ex atletas y expertos debatieron los efectos de esta rigidez, abriendo un diálogo necesario sobre el bienestar y la salud mental de los deportistas en disciplinas tan exigentes.

La noticia de su fallecimiento ha generado una oleada de homenajes de gimnastas, entrenadores y admiradores de todo el mundo, quienes reconocen su contribución invaluable. Károlyi inspiró a generaciones a esforzarse por la grandeza, y su impacto en la gimnasia mundial perdurará a través de los programas, atletas y seguidores que motivó.

Más allá de su carrera profesional, Béla fue un esposo devoto y un mentor apasionado que dejó una huella imborrable en quienes le conocieron. Su pasión y determinación serán recordadas como la esencia de un hombre que creyó en la grandeza y dedicó su vida a alcanzarla.